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Una iglesia evangélica de Viedma también apeló al "chistecito" del secuestro de una piba

Fue para invitar a una jornada de oración y milagros en el Fioravanti Ruggeri.

Una iglesia evangélica de Viedma también apeló al "chistecito" del secuestro de una piba

Fue para invitar a una jornada de oración y milagros en el Fioravanti Ruggeri.

En tiempos en los que la violencia contra las mujeres y los femicidios ocupan un lugar dolorosamente recurrente en la agenda pública, la línea que separa el humor de la crueldad es demasiado delgada para no ser advertida. En Viedma, una iglesia evangélica decidió promocionar una jornada de oración y milagros con un video que simula el secuestro de una joven. La secuencia, publicada en redes sociales, comienza con la pregunta “¿qué tenés que hacer el sábado?”, a la que la chica responde. De inmediato, se la ve siendo “reducida”. El remate es la aparición del pastor Pablo Ramos invitando a la actividad.

El registro es presentado en clave de chiste, una especie de “sketch” que se suma a la tendencia de ciertos contenidos virales. Pero en el contexto actual, donde el dolor por los crímenes recientes aún no se apaga, la elección resulta, como mínimo, imprudente y profundamente desafortunada.

En Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, tres jóvenes desaparecieron hace pocos días y poco después se confirmó el peor final: habían sido asesinadas. El impacto social de esos femicidios todavía resuena. No es el único antecedente: también se viralizó la “publicidad” de una estación de servicio Shell que simulaba la captura de una chica, la colocación en una bolsa de consorcio y su envío a otra provincia. La pieza fue denunciada y repudiada en forma generalizada en todo el país.

Con estos antecedentes tan frescos, sorprende y alarma que desde un espacio religioso —donde se espera contención, responsabilidad y sensibilidad social— se haya optado por un recurso tan torpe. Nadie duda de que no hubo una mala intención detrás del video de la iglesia local, pero eso no exime de la responsabilidad: banalizar un delito atroz como el secuestro de mujeres es, sencillamente, inaceptable.

La promoción de una jornada de oración podría haberse hecho de mil maneras diferentes. Podría haberse apelado a testimonios de fe, a mensajes de esperanza, a imágenes de encuentro comunitario. En cambio, se eligió representar el secuestro de una joven, una escena que evoca directamente uno de los crímenes más graves y más dolorosos que atraviesa la sociedad argentina.

El mensaje que transmite, aun sin quererlo, es que se puede jugar con aquello que causa terror y sufrimiento real. Se normaliza el lenguaje de la violencia, se vuelve “material de humor” lo que debería ser motivo de duelo y de lucha colectiva para erradicarlo.

Que una iglesia incurra en este error abre la puerta a una reflexión más amplia: ¿cuánto estamos naturalizando en nombre del entretenimiento? ¿Hasta dónde las tendencias virales en redes sociales marcan agendas sin detenerse a considerar los efectos?

La fe, al igual que la comunicación, exige responsabilidad. En un país atravesado por la violencia machista y la desaparición de mujeres, elegir el secuestro como chiste es una herida más. La comunidad de Viedma, y en especial quienes integran esa congregación, merecen un pedido de disculpas y un compromiso público para que estos deslices no se repitan.

Porque los crímenes contra las mujeres no son un recurso narrativo, ni un sketch. Son una tragedia que nos interpela como sociedad. Y tomarlos a la ligera, venga de donde venga, siempre será reprobable.

 

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