
Homenaje a Elías Chucair en el Día del Escritor Rionegrino (30 de julio de 2025)
Carlos Espinosa analiza la obra del escritor rionegrino, comparando sus misceláneas con el clásico género árabe de relatos breves.
Carlos Espinosa recuerda al destacado escritor Elías Chucair —fallecido hace cinco años— y su invaluable contribución a la historia regional a través de la serie "Ayer, aquí" (1983-1997), una colección de 32 fascículos con más de 420 notas sobre la vida cotidiana, anécdotas y personajes de Ingeniero Jacobacci y la Patagonia. Hoy , 30 de julio, es el Día del Escritor Rionegrino, en homenaje a Elías Chucair, fallecido hace cinco años en esta misma fecha. Me permito recordarlo con esta nota.
Los cuadernillos de “Ayer, aquí”, de Elías Chucair, valioso aporte a la historia regional Por Carlos Espinosa
La miscelánea es un género literario olvidado. Se lo define como “una colección de curiosidades o materiales heterogéneos que sólo tienen en común el suscitar el interés del compilador y del público, mezclando la opinión, la instrucción y la diversión, y, a veces, también, el adoctrinamiento moralizante.”
En los tiempos actuales, cuando casi todos los escritores recurrimos a los archivos de internet y usamos el elemental método de cortar y pegar materiales ajenos, la redacción de misceláneas es relativamente sencilla y no pocas veces otorga inmerecido brillo literario a ciertos sujetos que sólo tienen el mérito de ser lectores curiosos y hábiles repetidores.
Pero hace apenas tres décadas, cuando los materiales de referencia eran libros, revistas y folletos impresos, además de las siempre valiosas fuentes orales, la escritura de misceláneas interesantes, originales y bien documentadas era un arte sobresaliente.
Hoy, con motivo de rendirle homenaje al estimado y admirado amigo ELÍAS CHUCAIR, quiero rescatar del olvido la extraordinaria serie de 32 fascículos con el título de “Ayer aquí”, publicados entre 1983 y 1997, recopilando más de 420 notas de diverso tipo con un mismo tema en común: sucesos del pasado de Ingeniero Jacobacci y otros pueblos de la región sur de Río Negro.
Cada uno de los cuadernillos, con 24 páginas de promedio de extensión, contenía entre 14 y 20 breves artículos, todos redactados por el propio Elías, con su conocido estilo de relato ameno, que produce en el lector la sensación de estar participando de una charla presencial con el autor.
Las sucesivas publicaciones, que aparecían cada tres meses, se abrían con un prólogo donde Chucair señalaba que “estos cuadernos persiguen el propósito de acercar al presente episodios, expresiones que tuvieron origen en el medio, nacimiento de instituciones, risueñas anécdotas y personajes; una suma valiosa de hechos que han ido quedando atrás para constituirse en la verdadera historia local y regional”.
En este sentido agregaba que “a la historia no la conforman únicamente las acciones de combate, ni la sangre que se derrama, sino también el conjunto de cosas que se desarrollan en la vida cotidiana de los pueblos y que tiene en el hombre al principal protagonista”.
Con estricta fidelidad a estos principios nuestro amigo escribió esta maravillosa miscelánea por entregas, que según tengo entendido (y para ello he consultado a otros cronistas) no tiene parangón por su extensión y variedad en todo el ámbito patagónico. Dicho de otra manera: no se han escrito respecto de ninguna otra población tal cantidad de apuntes sobre la historia de la gente y sus entidades.
Este enorme y rico acopio de material le ha sido útil, a Elías Chucair, para la compilación de su libro “Anécdotas de un rincón patagónico” (2003), donde aparecen algunos de los muchos escritos de la serie “Ayer, aquí”.
Los datos históricos precisos en su cronología, tomados de antiguos y polvorientos archivos en los que Elías pasó muchas horas, y otros extraídos de las amarillas páginas del periódico La Nueva Era (que se editaba en Carmen de Patagones) constituyen uno de los aspectos más valiosos de estas publicaciones.
Pero el acervo más original, y por ello mismo la gran riqueza contenida en esta saga de misceláneas sureñas y patagónicas, radica en la recopilación de sucesos protagonizados por miembros de la colectividad árabe en particular y vecinos en general, en situaciones cómicas e insólitas.
Estos sucesos llegaron a Elías a través de fuentes orales, en la mayoría de los casos pobladores de avanzada edad, quienes permitieron volcar hacia el documento escrito invalorables saberes sobre diferentes asuntos.
En alguna ocasión anterior, invitado por la amiga Julia Chaktoura para escribir el prólogo de uno de los tantos libros de Chucair, afirmé que Elías forma parte del selecto grupo de los escritores nombradores.
Puse, en aquella ocasión que “los nombradores son los poetas, narradores y cronistas que llaman a los personajes de sus escritos por sus nombres, como un pequeño homenaje, manifestación de respeto y sincero manejo de la información referencial. Pero, también, son quienes al nombrar a las cosas luchan contra el atroz destierro del olvido; porque el nombre se convierte en proclama invencible en el tiempo. Porque lo que se nombra queda en la memoria, como material que construye el imaginario colectivo de los pueblos.”
Ratifico ahora que esta virtud no sólo enaltece a Elías Chucair sino que potencia el valor literario de los cuadernillos de la serie “Ayer aquí”.
Si alguien se tomara el tiempo para confeccionar un índice alfabético con la totalidad de los nombres de personas y entidades públicas y privadas, que aparecen en las 768 páginas acumuladas de la publicación, creo sinceramente que la sorpresa sería enorme.
El caudal es variado y multicolor. Me permito una síntesis sobre los temas abordados en apenas un puñado de artículos, saltando elegantemente de una cuestión a otra.
Veamos por ejemplo que Elías se introduce con absoluta discreción en el mundillo de las “casas de tolerancia”, que funcionaron en Jacobacci hasta el año 1941; pero también le rinde homenaje y rescata del pasado la figura de Agustín Godón, quien fuera el primer maestro de la población.
Describe alternativas de la crisis del año 30 (del siglo XX) a través de las actas de la Comisión de Fomento, con resoluciones tales como pedirle rebaja de precios a los dos únicos panaderos de Jacobacci.
Realiza una detallada crónica de los adelantos en materia de edificios, con asombroso detalle de las construcciones existentes entre los años 1916 y 1920.
Nos presenta al peluquero Jaluf, con su maravillosa técnica de estiramiento facial de los clientes que requerían una cuidadosa afeitada a la navaja, consistente en introducirle en la boca una ciruela y pedirle que se la colocara de un lado y otro de la cara.
Relata, en distintas aproximaciones, los paulatinos avances en las líneas ferroviarias que se extendieron desde Viedma a Bariloche, y de Ingeniero Jacobacci hacia Esquel; así como también hace la dolorosa descripción del cierre y levantamiento de uno de esos ramales y el achicamiento general del servicio de trenes.
Recuerda también el terrible choque de trenes de marzo de1939 en cercanías de Neneo Ruca, poniendo de relieve la actitud diligente y solidaria de un notable pasajero, el senador nacional socialista Alfredo Palacios.
Evoca, con muchos datos precisos, el breve lapso de funcionamiento del Centro de Salud Mental que se instaló a principios de la década del setenta en el edificio de la Escuela Hogar, en las afueras del pueblo.
Nos lleva por las polvorientas calles del pueblo de antaño acompañando a los vendedores con canastos, una especie comercial totalmente extinguida hace varias décadas.
Cuenta desopilantes anécdotas de algunos inexpertos automovilistas que tenían problemas con la marcha atrás de sus vehículos.
Pone en escena al conocido comerciante y acopiador don Fermín Contín, con la balanza de los dedos de su mano derecha, adjudicándole a cada falange una capacidad de resistencia determinada según el peso del bulto que le colgara.
De manera notoria y totalmente comprensible Elías Chucair rinde el permanente y reiterado homenaje a los inmigrantes de origen árabe, como lo fueron su padre y su madre, reivindicando sus sacrificios en los primeros tiempos de radicación en la zona.
Cuenta, con magníficos detalles el inolvidable casamiento entre dos representantes de la colectividad libanesa –Juan Nataine y Yaura El Kasen- con aquella marcha con orquesta por la calles de Jacobacci; y nos hace brotar sonrisas con los dichos de simpáticos comerciantes árabes, como aquel que creyó que la sigla DGI era la marca de una empresa mayorista, y confundió al inspector de réditos con un viajante.
Y predomina, en casi la totalidad de los 32 fascículos, un tono de afectuosa nostalgia en los recuerdos por cuestiones que tal vez para la mirada de una persona común carezcan de importancia, pero sin embargo a través del cristal de un narrador sensible como Elías adquieren otro valor. Como muestra de esto que digo: se pregunta Chucair adónde fueron a parar los numerosos palenques instalados en las veredas de bares y casas de comercio de Ingeniero Jacobacci, donde ataban sus caballos los parroquianos y clientes de la campaña.
Para concluir esta exaltación de la enorme riqueza de los cuadernos de “Ayer aquí” quiero mencionar un aspecto que probablemente el propio Elías Chucair desconozca, y es la relación entre este género literario español de la miscelánea y su equivalente en la literatura árabe, llamado “adab” y practicado desde el siglo XIV.
El adab reúne respuestas ingeniosas o jocosas, chistes, sentencias morales, refranes, historias y anécdotas, y combina la poesía con la prosa, siendo esta última mucho más abundante; entre los cultivadores del adab en la literatura hispanoárabe se destaca Abú Bakr Ibn 'Asim, un poeta de Granada, que le dedicó su obra al soberano nazarí Yusuf II, aproximadamente por el año 1415.
Este autor tituló su miscelánea (o adab) como “Hada iq al azahir”, que se traduce al castellano contemporáneo como “Los huertos de flores, acerca de gratas respuestas, chistes, sentencias, refranes, historias y anécdotas”. Se conservan siete ejemplares manuscritos, uno de ellos en la magnífica Biblioteca de El Escorial, cerca de Madrid, que según opinan los expertos es el más completo de todos.
Es notable el parentesco entre aquel “adab” de un remoto escritor árabe y español, que se interna en un huerto matizado de singularidades, y estas misceláneas patagónicas que escribió nuestro querido Elías, a su vez árabe y argentino, fijando su mirada en el ayer del aquí, con una perfecta articulación entre el tiempo y el espacio.
Saludamos al notable escritor Elías Chucair y una vez más admiramos la fecundidad e intensidad de su obra. La serie de “Ayer aquí” quizás puede ser considerada como la etapa inaugural de su proficua labor como cronista regional, dejando para hoy y para siempre un legado monumental que no debe perderse.
Por Carlos Espinosa
Este artículo fue presentado por el autor en un Encuentro de Escritores de la Línea Sur, en noviembre de 2018 y más tarde incorporado como prólogo al libro “Ayer, aquí , selección de relatos 1983-1997” de Elías Chucair, compilado por Julia Chaktoura, Fondo Editorial Rionegrino, 2022.