
Cuando el Deportivo Patagones ilusionó a toda una Comarca
La gesta deportiva de un equipo que quedó para la historia.
Hubo un tiempo en que el fútbol hermanó con más fuerza que nunca a Viedma y Carmen de Patagones. Fue en la campaña del Deportivo Patagones en el Torneo del Interior 1993-94, cuando el “tricolor maragato” estuvo a un paso de tocar el cielo y alcanzar el ansiado Nacional B.
No era solo un equipo. Era un movimiento popular. Miles de voces alentaban como una sola garganta desde las tribunas, las calles y los bares de ambas orillas del río. El fervor por el Deportivo Patagones se extendió como un fuego sagrado: los maragatos y viedmenses, con sus diferencias históricas, se fundieron en un mismo grito de ilusión. Esa pasión colectiva nunca volvió a repetirse con semejante magnitud en el fútbol de la Comarca.
El recorrido fue épico. En la primera ronda, el Deportivo superó a rivales de peso de la región Sur —Defensores de La Colonia de Río Colorado, Deportivo Luis Beltrán y Atlético Santa Rosa— para luego eliminar a Independiente de Neuquén con un triunfo ajustado (1-0) y un empate con sabor a hazaña (1-1).
Después llegaron los desafíos mayores: Cipolletti, Villa Mitre, Alianza de Cutral Có, Cultural Argentino de General Pico. En la zona E, los maragatos se hicieron fuertes, clasificaron segundos y avanzaron a la tercera etapa. Allí, frente a gigantes como Alvarado y Compañía General de Salto, el Deportivo Patagones dio un golpe de autoridad y se quedó con la zona, ingresando a la fase decisiva.
En la última etapa, la zona B, el rival a vencer era Godoy Cruz de Mendoza, que terminaría frustrando el sueño tricolor. En Mendoza, en un partido que aún retumba en la memoria, el Deportivo cayó 1-3 y se despidió del ascenso. Había quedado en la puerta de la gloria.
Héroes de una epopeya
Los nombres todavía resuenan como un mantra entre quienes vivieron aquella gesta: Valdebenito, Morón, Grudl, Escudero, Oviedo, Rossio, la fina conducción de un impresionante Raúl “Lenteja” Muñoz; Mirenghi, Galeano… y los dos emblemas: Marcelo Arce, goleador letal con 13 tantos, y el “Ruso” Raúl Schmidt, con 9 goles y una entrega inquebrantable.
Pero entre todos, una figura merece un párrafo aparte. Gerardo Bolletta, el arquero casi invencible. Dueño de reflejos felinos y una seguridad que infundía respeto en cada ataque rival, Bolletta fue el guardián de la ilusión maragata. Su historia terminó en tragedia: murió en la ruta, de regreso a Patagones, tras aquel partido de vuelta con Godoy Cruz. Su ausencia dejó un vacío imborrable, y su recuerdo se transformó en símbolo de aquella epopeya.
Aquel equipo no logró el ascenso, pero consiguió algo todavía más grande: hermanar a dos ciudades enteras bajo una misma bandera. Viedma y Patagones vibraron juntas, latiendo con el pulso del tricolor. Fue un fenómeno social, una ola de fervor que desbordó las canchas y que nunca volvió a repetirse con esa intensidad.
Hoy, más de tres décadas después, todavía se habla con orgullo de aquel Deportivo Patagones que hizo soñar a un pueblo entero. Fue la epopeya del fútbol local, la gesta de un equipo que, aunque no alcanzó el Nacional B, conquistó algo mucho más profundo: la eternidad en la memoria popular.